Gracias a una recomendación descubrí ‘Sus hijos después de ellos’, una novela francesa que me ha atrapado como hacía mucho que no lograba ninguna. Tanto es así que me la leí en un fin de semana, algo que, si bien es cierto que cuando era joven era lo habitual, para un señor de mediana edad ya no es frecuente tener tanto tiempo disponible. Así que voy a aprovechar para hacer esta reseña a mi propio estilo
Tal y como yo entiendo la literatura, lo primero que debe haber es una conexión, ya sea por el tema tratado, por algún personaje o por el propio mundo que se ha construido en torno a ellos. Y esto, al contrario de lo que piensa mucha gente, no significa que sea un mundo de fantasía o ciencia ficción, sino la habilidad para que el lector sienta y comprenda las consecuencias de cada decisión, porque tenemos un contexto amplio no solo de los personajes, sino de todo lo que los rodea.
Y esto es, ni más ni menos, lo que desborda por los cuatro costados esta maravillosa novela. Además, el título te lo dice todo…
Un retrato honesto de la juventud y la brecha social
Nos trasladamos a los suburbios de Francia para meternos de lleno en la adolescencia de varios jóvenes que engloban en ellos la diversidad y la gran brecha social de la clasista sociedad francesa.
Por un lado, tenemos como núcleo conector a la clase trabajadora, que vive en un estrecho entre la clase media pudiente y los marginados inmigrantes. Todo ello a través de sus cruces en las fiestas, los bares y, cómo no, las hormonas desatadas de esas edades.
La novela como tal va de todo, y de nada. Y ahí radica su genialidad, en el poder de lo cotidiano.
Una buena obra, incluso una obra magistral, no necesita de grandes epopeyas, luchas o traiciones para serlo. En absoluto. Esos son añadidos que, digamos las cosas claras, la convierten o le dan la posibilidad de ser más comercial. Sin embargo, es en lo cotidiano donde surge la magia; es en los pequeños detalles y en las interacciones casuales donde se comprende y empatiza con los personajes, donde se crea y nos introducen en ese mundo que he comentado antes. Y esta novela ofrece una clase magistral de esa construcción.
Crecer es elegir lo que no quieres ser
La juventud es la época de la rebeldía, donde se forja de verdad el carácter, donde uno toma las decisiones más importantes y se escoge, si no ya el camino que va a seguir tu vida, sí la dirección en la que te vas a encaminar.
Pese a que todavía no se tiene claro lo que se va a ser o a hacer, sí se tiene claro lo que no se quiere ser. Es muy típico ver a los propios padres como unos fracasados, creerte superior a ellos, pensar que se tendrá un trabajo mejor, que se vivirá en un barrio mejor… En definitiva, que vas a ser de una clase social distinta.
Es muy fácil seguir la fórmula Disney para que todo sea maravilloso, escogemos los estereotipos manidos que todos conocemos, le damos al público lo que quiere y arreglado pero ¿eso es escribir? ¿Eso es literatura? Para mí, no.
Es justamente gracias a esas interacciones sociales y el genial uso de distintos puntos de vista como comprendemos la forma de ver el mundo de cada uno de ellos. Entrar así en esos tres mundos tan distintos que están interconectados es donde reside la magia y el buen hacer del escritor.
Oportunidades, errores y el precio del cambio
No se trata de culpar a la sociedad o a la carencia de oportunidades. Todos los personajes tienen oportunidades, todos se equivocan, todos son jóvenes vagos a los que les gusta la fiesta y no hacer nada productivo. También los padres, claro, son personajes importantes en esta historia, porque necesitamos conocer el contexto en el que se han criado y educado cada uno de ellos.
Y, como digo, dentro de las posibilidades de cada uno, todos tienen oportunidades, todos mejoran, todos tienen al alcance de la mano un futuro mejor, incluidos los padres.
Y todos cometen errores… y sus hijos después de ellos.
Tan solo quien de verdad quiere cambiar, y de verdad está dispuesto a hacerlo, logra conseguirlo.
Cambiar requiere no solo un esfuerzo, sino un sacrificio, y hay que estar dispuesto a pagar ese precio para alcanzarlo. Significa cambiar y, en el fondo, muy poca gente está dispuesta a hacerlo.
Es muy sencillo culpar al mundo, a la sociedad, a nuestros jefes o a nuestros padres de que no nos guste cómo nos trata la vida, pero estoy también seguro de que todos hemos tenido oportunidades para hacer que eso cambie. Las personas son como son en base a sus circunstancias, y cada uno toma las decisiones que toma en base a ellas.
Una novela que, a mí por lo menos, me ha hecho pensar, lo cual no es algo muy habitual. Espero haberos animado a leerla y que, de paso, me dejéis aquí vuestros comentarios.
Los espero con impaciencia.
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