La soledad del escritor: ¿amiga o enemiga?

por | Proceso creativo, Neurodivergencia y escritura | 0 Comentarios

Pocos oficios habrá que tengan tanto… ¿misticismo? ¿Halo bohemio? Como la escritura y, más que la escritura, la soledad del escritor.


No sé ni cómo describirlo, la verdad, pero seguro que hablando de escritores entendéis a qué me quiero referir.

Ese escritor bohemio, pensativo, siempre con la mirada perdida y expresión de no estar en este plano terrenal. Su brazo reposado sobre la mesa, un cuaderno con frases escritas, tachadas, subrayadas, y una pluma deslizándose de entre sus dedos.
Ese guerrero inmóvil, reclamando —e incluso exigiendo— la ayuda de las musas de la creatividad.

«Qué pocos libros se hubiesen escrito si la realidad fuese así.»

No tengo ni idea de dónde vendrá este mito sobre los escritores, su aislamiento y cómo deben esperar ese momento mágico de iluminación.
Porque los escritores no trabajan, claro está; se limitan a hacer sus cosas y, de vez en cuando, aparece un hada que les toca con una varita y ¡zas!, del tirón, así sin problemas ni sudar, escriben un libro como quien se prepara un bocadillo de mortadela con aceitunas, ¿no?

Fijaos qué contradicciones y, sin embargo, estoy seguro de que todos tenéis en vuestro imaginario colectivo las dos imágenes.

Un escritor ahí tirado sin hacer nada o, en el peor de los casos, emborrachándose o tomando psicotrópicos; y, por otro, el escritor bendecido por las musas que escribe novelas como un crupier reparte cartas en el casino.


¿Mitos y verdades sobre la soledad del escritor?

¿Cuál de estas dos es real?
La única verdad aquí es la del crupier habilidoso repartiendo cartas.

Es cierto que hay casos muy famosos de escritores que abusaban de algunas cosas, y otros, como Stephen King, admiten en su novela autobiográfica Mientras escribo —que, por cierto, aunque lo sepas, impresiona mucho cómo él mismo narra el estado de decadencia en que cayó—, que su mujer tuvo que tomar serias medidas. Incluso confiesa no recordar haber escrito novelas como Cujo.

Otro escritor típico al hablar de estos casos es Edgar Allan Poe, que, sin tener prueba alguna, me atrevo a decir que es, si no el causante de esa imagen bohemia y atormentada del escritor, uno de sus principales responsables.

Pero dejando atrás todos estos temas que no llevan a ninguna parte, pongámonos un poco serios…
Bueno, todo lo serio que me puedo poner yo, claro está, y más hablando sobre un tema tan personal e íntimo como es el hecho de escribir.


La soledad del escritor: ¿realmente existe?

Y ahora, tras esta introducción en la que no sé si he dicho algo sensato o nada, volvamos a mi pregunta inicial.
La soledad del escritor, ¿es una amiga o una enemiga?
Y, haciendo trampa —porque para eso este es mi blog—, voy a cambiar la pregunta.

La soledad del escritor, ¿existe?

La respuesta rápida es que sí, pero si nos ponemos un poco gallegos diremos que puede que sí y que puede que no.

Igual que hay ejemplos de escritores famosos para una cosa, también los hay para la otra.
Y aquí el mejor ejemplo es Gabriel García Márquez, famoso por necesitar escribir con sus queridas máquinas de escribir en la cocina de su casa, rodeado del ajetreo y bullicio de su familia.

Él mismo ha reconocido en varias ocasiones que lo necesitaba para poder escribir, y que eso se transmite en su obra. Y lo creo, dada la proximidad, cotidianeidad y cercanía de sus escritos.

«Escribir es escribir y, mientras tengas la concentración para poder hacerlo y algo con lo que escribir… ¿Qué importa estar solo o rodeado de gente?»

Yo mismo, cuando estuve escribiendo mi primera novela, lo hice encerrado en mi estudio, en el comedor de casa con mi agaporni posado sobre mi libreta, arrancándome trozos de las páginas cuando estaba ordenando mis pensamientos, e incluso a las seis de la mañana en la furgoneta que me lleva al trabajo también escribí páginas enteras usando el teléfono móvil…

Tal y como yo lo veo, este es un prejuicio creado desde fuera del oficio, otra leyenda urbana que da ese aura del que, por cierto, tengo que hablar algún día: todo aquello que rodea a los escritores.


¿Es la soledad del escritor una invención?

Tampoco me atrevería a decirlo de esa forma.
A mi modo de ver, sí que entiendo que se piense eso, pero yo no lo llamaría soledad.

Cuando alguien está escribiendo y sabe lo que está haciendo, su grado de concentración es tal que casi parece estar en trance.
Imagino que, viéndolo desde fuera, se piense que está aislado del resto, pero eso no significa estar solo.
De hecho, es lo contrario: está acompañado de su propio mundo interior.

Incluso cuando ocurre la escena con la que he iniciado este artículo o reflexión en voz alta —el escritor perdido en sus pensamientos, inmóvil y pensativo—, ahí es cuando más tensión interna hay, porque está siguiendo innumerables hilos del destino, intentando averiguar cuál es el que debe escoger para inmortalizar con sus palabras.

Imagino que se le llamará así, “soledad del escritor”, porque llamarlo el aislamiento del escritor no es tan cool, ni le da ese aire bohemio del que llevo todo el rato hablando.

Es curioso cómo un oficio tan intelectual como la escritura, tan exigente y riguroso, esté tan arraigado en el pensamiento colectivo como algo atractivo y deseable para poder presumir en tu círculo de amistades y decir:
«Hola, soy Rafa y soy escritor».

No me imagino eso mismo —que, estoy seguro, todos habéis podido visualizar— diciéndolo un matemático, por ejemplo.


La soledad del escritor: cuando la multitud te aísla

Siguiendo con mi hilo de desvaríos, considero que no hace falta repetir que esto, como es evidente —porque está alojado en mi blog personal—, es mi opinión personal… basada en mi propia experiencia, creencias y, yo qué sé, pues tal como yo lo veo.

Cuando por fin fui capaz de escribir como tal una novela —que no tiene nada que ver con escribir artículos, relatos, cuentos o incluso libros técnicos—…
Pero de eso ya hablaré en otra ocasión.

Cuando te enfrentas a escribir una novela todo cambia: la inmensidad de las opciones, personajes, circunstancias, el cariño que sientes por ellos, lo que crees que debería pasar, cómo plasmas esos hechos con palabras para transmitir todo aquello que tú sientes con la frialdad del texto impreso…
Cuando te enfrentas a eso y eres capaz de decir:

«Joder, voy a hacerlo y no pienso parar hasta lograrlo.»

Ahí es cuando surge esa imagen del escritor solitario, de la persona a la que le hablas y no te contesta, con la mirada perdida en un punto inexistente de la pared, y un vaso con agua, té, café o absenta sin tocar desde hace dos horas a su lado.

Pero no está solo.
Está rodeado de una multitud que es la que lo aísla: decenas de personajes gritándole que debe escribir sobre ellos; otros diciéndole que quién se cree para matarles; y otros que le recriminan que no tiene ni idea de cómo son en realidad, que eso que ha escrito es una mentira y, encima, no se lo va a creer nadie. Payaso.

«¿De verdad le llamaríais a eso «la soledad del escritor»? Yo no.»

La soledad del escritor

De hecho, el único que se atrevió a plasmar eso —que yo recuerde— fue un tal Don Miguel de Cervantes Saavedra, con su maravillosa descripción y presentación de Don Quijote de la Mancha.

Por cierto, si no la conocéis, os recomiendo pasaros por su biblioteca virtual: tiene auténticas joyas.

Esa ilustración de Don Quijote rodeado de seres, personas y personajes es, para mí, la mejor definición gráfica de esa llamada “soledad del escritor”.

Y ahora os pregunto yo:
¿Cómo definiríais vosotros esa situación?
¿Ese estado mental, un trance, una catarsis?
No lo sé, pero soledad, desde luego, no.


La batalla interior del escritor

Es una batalla con uno mismo: descender a los infiernos del desconcierto, sentirse perdido en uno mismo, buscando respuestas a preguntas que ni tan siquiera se sabe formular.
Y, al fin, cuando logras plasmar con palabras ese vacío de tu interior, lo rellenas.

Tan solo coges aire… para volver a descender a esos mismos infiernos, armado únicamente con tu determinación a seguir avanzando.


La soledad del escritor: ¿amiga o enemiga?

Teniendo ya claro a qué me refiero cuando hablo de la soledad del escritor, imagino que habrá dos bandos: aquellos que la consideren algo bueno o malo, porque el ser humano es así.
Necesitamos catalogarlo todo.

Unos pensarán que es algo malo, que debe evitarse a toda costa, que no es normal pasar por eso para escribir…
Imagino que ahí es donde nacen esos manuales para “escribir una novela en treinta días”, que tanto proliferan y a tantos vendehumos llenan los bolsillos.

Por otro lado, estarán los románticos, esos que anhelan ese aura bohemia e inalcanzable de los espíritus atormentados, que lo verán como algo maravilloso, aquello que define a los escritores de verdad.

Y yo, que no tengo ni idea…
Es más, ni tan siquiera me paro a pensar en ello.
Bueno, ahora sí, como es lógico; si no, ¿cómo iba a escribir este artículo?

Lo que quiero decir es que no es algo que me quite el sueño, no es algo que me detenga una vez que he decidido continuar escribiendo, que lucho por mis personajes, para que avancen, cuando lloro junto a ellos.

No tengo tiempo para pensar en cómo estoy pensando o lo que estoy haciendo.
Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para hacer eso…

Y eso es, me imagino, lo que se percibe desde fuera:
ese escritor perdido en sus pensamientos, en su propio mundo, ajeno a todo y a todos los que le rodean.

«Eso es la soledad del escritor.»

Y el único consejo que puedo daros es que no penséis en eso, no os dejéis atormentar por esa falacia del miedo a la hoja en blanco.

No penséis que es algo espiritual o mágico, un privilegio reservado para unos pocos elegidos.
No lo es.

«Es una lucha contra uno mismo, algo agotador, extenuante… pero ¿acaso la vida no es así?»

La única diferencia que veo es que, a día de hoy, es demasiado fácil dejar que nuestro cerebro se pudra tumbado en el sofá.
Tenemos demasiado fácil no hacer nada.

Pero esta, repito, es solo mi opinión.
¿Cuál es la vuestra?

Estoy deseando leerla en los comentarios y seguir aprendiendo.


0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *