Hay cosas que me gusta dejar claras desde el principio, sobre todo cuando la respuesta es muy sencilla.
¿Cómo escribí mi primera novela?
Respuesta rápida y sincera: mal.
Bueno venga, no seas así, da un poco más de contexto. Muy bien, demos otra respuesta. Sinceramente, no lo sé.
Joder, Dani, ¿entonces por qué cojones escribes una entrada titulada «cómo escribí mi primera novela»?
También es muy sencillo responder a eso: porque voy a contar cómo YO escribí mi primera novela, no estoy diciendo que vaya a explicar el CÓMO se escribe una primera novela. Eso es algo muy personal, un camino que debe recorrer cada uno, sin que ninguno sea malo y, sobre todo, sin que ninguno sea sencillo.
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No esperes fórmulas aquí
Con esto dejado bien claro: si os interesa porque puede que alguna de las cosas que yo hice os sirva y lo queréis probar, adelante.
Si lo que buscáis es un método de «cómo escribir tu primera novela en treinta días» o gilipolleces similares, podéis seguir buscando. Internet está plagado de contenido de ese estilo.
Y ahora, con esto claro, puedo intentar comenzar. Otra cosa es lo que salga…
El bloqueo de las fórmulas perfectas
Supongo que, al igual que toda aquella persona que esté interesada en este tipo de entradas, yo también había intentado escribir antes una novela. O incluso lo había hecho, pero no estaba satisfecho ni con el resultado ni con el propio proceso.
Como suele decirse, a toro pasado es muy fácil y, en mi caso, puedo decir que el problema que tenía era justamente haber leído infinidad de libros, artículos, visto entrevistas y similares hablando sobre cómo se escribe una novela.
Esos escritores que son capaces de planificar todo por adelantado, que crean notas detalladas con lo que va a pasar no ya en cada capítulo sino en cada escena… Y yo ni tan siquiera sabía cómo iba a comenzar ni a terminar mi historia.
Era un bloqueo constante. No ya a la página en blanco, sino incluso a atreverme a intentarlo.
El diagnóstico que cambió todo
Como ya comenté en otra entrada, lo que más me ayudó fue mi diagnóstico porque me permitió romper con las reglas. El mero hecho de saber que soy diferente —ni mejor ni peor, diferente— me dio esa libertad de poder decirme: «Muy bien, Dani, tendrás que encontrar tu propio camino».
Esto, aunque suena muy bonito, incluso con cierto aire poético, no fue así, sino un proceso lento y doloroso que me llevó más de un año.
Muy bien, tío, me alegro por ti, pero yo vine aquí porque el título pone «Cómo escribí mi primera novela» y aquí estás hablando de muchas mierdas que no tienen nada que ver con eso.
Joder, qué pesado. Ten paciencia, que yo cuento las cosas a mi manera. Ya voy, hombre, ya voy.
El primer intento: Un fracaso necesario
Un año y medio después de ese diagnóstico de altas capacidades es cuando me dije a mí mismo que ya valía de esconderme. Toda la vida soñando con escribir y haciendo diez millones de cosas distintas excepto escribir.
Me estaba poniendo excusas a mí mismo para decirme que no tenía tiempo, que no sabía, que ya aprendería… Mentiras, mentiras y excusas baratas.
Por este motivo —algo muy típico en mí— decidí ir a por todas de una vez. Más o menos por esas fechas cuadraba el NaNoWriMo, que consiste en escribir un primer borrador en treinta días durante el mes de noviembre. Inspirándome en él, me propuse escribir una novela en seis meses.
Sin pensar. Sin analizar. Sin saber nada. Comenzar y terminar.
Lo hice. La comencé y la terminé, y el resultado no voy a decir que fuese catastrófico, pero sí puedo decir que no se parecía en nada a lo que yo tenía en mente.
El Caos Creativo Sin Brújula
Era muy compleja, con saltos temporales, personajes que no tenían nombre, ir p’alante y p’atrás sin una trama definida…
Como primer borrador o plasmar una idea, estupendo para dedicarle un año a pulirla. Pero como novela, desde luego no sirvió.
Esa primera experiencia fue agotadora, como podéis imaginar. No aprendí con ella cómo escribí mi primera novela, pero aprendí algo mucho más importante si cabe: cómo NO escribí mi primera novela.
La gente, por lo menos en España, se obsesiona con los éxitos. Si intentas algo y no lo consigues, ya está, olvídate. Te han colgado la etiqueta de fracasado y se burlarán de ti.
Sin embargo, es en esos fracasos donde realmente aprendemos, porque somos conscientes de lo que no hay que hacer.
Pensadlo de esta forma: intentas una cosa compleja y la consigues a la primera. Guay, ¿eres un genio? Puede ser, desde luego, o has tenido suerte.
Aquí lo importante no es si lo has conseguido o no. La pregunta clave es: ¿si lo repites, volverás a lograr el mismo grado de éxito o superior?
Si en el primer intento has fracasado, analizas lo que has hecho, cómo lo has hecho y por qué lo has hecho de ese modo. Ahí tienes datos para analizar qué es lo que no funcionó y ser capaz de discernir si algo sí lo hizo y puedes usarlo de base.
El segundo intento: Encontrando mi método
Así es como, más o menos un año después de ese primer intento, volví a la carga. Lo que sí me sirvió fue ponerme el reto del corto espacio de tiempo —seis meses—, así que comencé con esa misma intención.
Algo que no me funcionó, o eso creí yo, era utilizar múltiples puntos de vista, así que me centré en cambiar el punto de vista y poner muy pocos personajes.
Lo que no me funcionó fue no analizar lo que estaba escribiendo, tan solo continuar hacia delante. Así que me obligué a ir leyendo lo que iba escribiendo, volver al principio cada cierto tiempo para revisar la cohesión…
Y comenzó la magia gracias a eso.
La clave: No tener miedo a borrar
La clave fundamental para poder explicaros cómo escribí mi primera novela la puedo resumir en no tener miedo a borrar.
Borrar capítulos enteros. Borrar personajes. Borrar tramas. Borrar decenas de páginas sin pestañear.
¿No funciona? Pues se borra.
¿Para qué vas a perder tiempo en intentar arreglar lo que no funciona? No tiene sentido. Lo único que vas a lograr es perder más tiempo, frustrarte y sentir que es culpa tuya.
Olvídalo. No te mortifiques. Si la historia no es esa, tu trabajo es buscar la verdadera, no intentar forzarla para que vaya por donde tú quieres.
Pero me estoy desviando. Eso será otro tema a tratar. Continuemos.
Descubriendo mi proceso
Una vez comencé a sentir que eso fluía, continué analizando mi proceso y lo que estaba consiguiendo.
No me preguntéis por qué, pero no sé escribir nombres. En mis relatos e incluso en mis intentos de escritura anteriores no sé poner nombres, así que no lo hacía y utilizaba atributos para referirme a los personajes: el gigante, el científico, el policía…
Y eso, aunque yo entienda a quién me estoy refiriendo, es un suplicio para los lectores y facilita mucho que se pierdan o, simplemente, no conecten con los personajes. Y eso es algo de lo que ya he hablado al respecto y es vital para que la historia fluya.
Aunque eso no cambia el hecho de que NO se poner nombres ¿cómo lo solucioné? Usando otros que ya existen, usando nombres de personajes que, para MÍ, fueron muy importantes cuando los leí de pequeño y usándolos para transmitir valores, ideales o el cambio de paradigma en la época actual.
Pero que me estás contando Dani, ¿pero como haces algo tan sencillo como poner Paco tan enrevesado como eso?
Que te calles y sigas leyendo, ya he dicho que este es MÍ método, no que sirva para todos.
Por lo tanto, lo que hice fue volver otra vez al principio y volver a reescribirlo para poner nombres a los personajes, cambiar las interacciones…
¿Otra vez?
Uff, y muchas más, creedme. Más de 30 el primer tercio de la novela.
Dándome permiso para romper mis propias reglas
Esto me ayudó a darme cuenta de una cosa que sí estaba bien en mi primer intento y yo consideraba que era un error e intenté corregir en esta segunda ocasión: los múltiples puntos de vista.
Me centré en usar un solo punto de vista y pocos personajes y no, yo no sé escribir así. Me resulta imposible, forzado, no sé avanzar…
Así que me di permiso para romper mi plan inicial y darme libertad creativa, y todo comenzó a fluir de manera orgánica… pero solo para mí.
Si algo había sacado en claro de mi primer intento es que los lectores se perdían. Resultaba todo confuso al cambiar en cada capítulo no solo de punto de vista sino incluso de línea temporal. Y había capítulos conectados de forma directa con otros, pero entre ambos había varios capítulos que transcurrían en el pasado…
Un follón, vamos. Y aunque yo fuese capaz de seguirlo, si los lectores no, eso es lo único que importa.
El momento Eureka: Estructura sin fórmula
Así que aquí es cuando me detuve, analicé lo que llevaba escrito, pensé en cómo podía darle cierto orden para que facilitase su seguimiento, y es cuando pensé en utilizar días, horas y usar como título del capítulo el punto de vista…
Y ahí sí, surgió la magia.
Todo fue mucho más sencillo para organizar la historia, para ver dónde faltaba algo, dónde sobraba, qué complementos debía añadir… Y volví al inicio, reescribí todos los capítulos, borré personajes, borré capítulos, secciones, subtramas… Y añadí personajes, añadí subtramas, añadí capítulos…
La lección más importante
Si hay algo que tengo muy claro que puedo decir sobre cómo escribí mi primera novela es justamente eso: no tener miedo de volver al inicio, no tener miedo de borrar.
No pensar jamás en cosas similares a «con lo que me costó escribir este capítulo, ¿cómo voy a borrarlo ahora?» o, peor aún, «es mi personaje favorito, ¿cómo voy a eliminarlo?».
No. Eso no es así.
Como último consejo de todo lo que aprendí de cómo escribí mi primera novela es que la historia no tiene dueño. No es mía, no es de nadie.
Si la historia no es así, tu trabajo como escritor es descubrir la verdad, explorar otro camino hasta que encuentres el correcto.
Hay que borrar, escribir, reescribir, volver al principio, seguir las pistas, comprobar que todo fluye y, entonces, cuando llegues al final, es cuando puedes decir que has escrito tu primera novela.
Mi amino, No el camino
Y, por supuesto, este es mi camino. Es mi primera novela.
Como ya he dicho antes, ahora viene la auténtica pregunta: ¿puedes repetir el proceso y obtener un grado de éxito como mínimo igual al primer intento?
A eso os podré responder en mayo o junio del próximo año. En noviembre de este 2025, más o menos, comenzaré a escribir mi siguiente novela. Ahí os iré explicando qué tal voy y qué descubro de nuevo.
Esto, aunque os haya parecido muy largo, es tan solo un resumen. Hay más cosas que aprendí, probé y me funcionaron. Pero considero que es mejor dejarlas para entradas exclusivas para dar más detalles.
Hasta que llegue ese momento, lo que sí podéis hacer es ir dejándome vuestros comentarios sobre qué habéis probado, qué cosas os han funcionado y, sobre todo, cuáles no.
Así, entre todos, seguimos aprendiendo los unos de los otros.
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