Crítica: El Frankenstein de Guillermo del Toro o cómo desperdiciar un clásico

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Llevo unas semanas sin publicar; como suele decirse, la vida es eso que sucede mientras tú planeas hacer otras cosas. Lo importante, sin embargo, es que aquí sigo.

Llevo retrasando escribir la crítica sobre una… mejor dicho, otra adaptación cinematográfica de un gran clásico. Para ser todavía más originales, nos encontramos ante otra versión más de Frankenstein, en esta ocasión una adaptación de Guillermo del Toro para Netflix. No me cabe duda de que sus buenos dineros habrán invertido porque verse, lo que se dice verse, se ve muy bien; está muy lograda visualmente.

Y eso es todo lo positivo que puedo decir de ella.

Inventando dramas donde no los había

Intentando poner en orden mi mala hostia ante este engendro —perdón por el chiste fácil—, voy a empezar criticando esa moda actual de intentar crear villanos donde no los había, así como la manía de intentar justificarlos a toda costa.

En esta ocasión, nos meten un bodrio infumable con el padre de Víctor y con la madre; se sacan de la manga un hermano perfecto y adorableque, al parecer, es al único al que quería el padre y bla, bla, bla… Me aburro y me duermo.

Es una historia que no ha pedido nadie, que no le interesa a nadie y, sobre todo, que está estereotipada hasta la saciedad. No aporta, no construye y no cambia el contexto de ninguno de los personajes de forma significativa.

Un inicio prometedor para una tarde de domingo

Lo cierto es que, en un primer momento, me emocioné. La película comienza en el glaciar donde se enfrentan el monstruo de Frankenstein y Víctor. Pensé: «Anda, mira, esto apunta maneras, vamos a ver una buena adaptación». Y luego, zas: bodrio de película de domingo a las cuatro de la tarde.

Como es lógico, no voy a ser yo quien exija que una película sea un calco de la novela, porque esto no funciona así; son lenguajes distintos. Incluso me parece bien que se modifique a placer la historia, como ocurrió en la magistral El jovencito Frankenstein con ese personaje tan maravilloso que fue Igor (o «Aigor»).

Pero aquí no ocurre ninguna magia.

El cliché de la «mujer en la nevera»

El hermano inventado, al final, tan solo sirve para introducir de por medio a una chica que —¡oh, sorpresa, quién hubiese podido imaginarlo!— el magistral y veterano director Guillermo del Toro tan solo utiliza para jugar la ingeniosa y nunca vista carta de… la mujer en la nevera.

Aparece una chica guapa en una película con monstruos y, zas, se la cargan. ¿Quién lo hubiese podido prever?

Celos adolescentes y lecturas forzadas

Además, de verdad que no comprendo esta película. Por un lado, hace una cosa bien: plasmar la inteligencia del monstruo. Las escenas en la granja y cómo aprende a leer son reales, sacadas de la novela. Bueno, en la novela el nivel cultural es bastante más elevado, todo sea dicho de paso, ya que la Criatura se mete entre pecho y espalda, entre otros, Las vidas de Plutarco o El Paraíso perdido.

Es decir, eso está bien. El problema es que, en la película, eso sucede porque Víctor tiene celos del monstruo. Todo ocurre porque la chica le hace más caso a la Criatura que a él, el gran genio. Y no solo eso, también podemos cuestionarnos: ¿a santo de qué la chica siente esa fascinación por el monstruo? ¿Por verlo en pelotas y lleno de heridas? Es que no se da justificación alguna.

Lo único que hacen es, en una cena previa, poner a la buena moza a soltar unos discursos con palabras grandilocuentes que, al terminar, te dejan pensando: «No tiene ningún sentido nada de lo que ha dicho». Tan solo han creado ese pequeño discurso para poder utilizarlo en un futuro como excusa narrativa.

Diálogos vacíos y pérdida del mensaje

Son diálogos ridículos, deslavazados y forzados para construir la personalidad de los protagonistas, sin estar apoyados en ningún momento por actos propios. En todo momento tengo la sensación de estar viendo una película de adolescentes, como si en lugar de ser el gran científico que es Víctor Frankenstein, nos encontráramos ante un joven de dieciséis años enamorado del hecho de estar enamorado.

Todo el peso de la obra original se pierde. Todo ese cuestionamiento interno, la idea de que el monstruo es en realidad un espejo del alma humana, el cuestionamiento a Dios, al hombre y al creador; la premisa de hacer pagar el desprecio y sufrimiento con más desprecio y sufrimiento… aquí desaparece.

Se intenta mostrar, pero se esfuerzan más en estropearlo después que en construirlo primero. Lo único que tengo claro es que no tengo nada claro sobre las intenciones, las maneras y la ejecución de esta cinta.

¿Qué necesidad había?

Y esto me lleva a otra pregunta que me hago desde pequeño. Esta gente, personajes internacionales reconocidos como Guillermo del Toro, ¿qué necesidad tienen de hacer este tipo de mierdas?

Y lo digo en serio, no es por hacer una gracia barata; me lo pregunto muchas veces cuando contemplo este tipo de aberraciones. Tienen que tener dinero más que de sobra para poder vivir el resto de su vida sin necesidad de trabajar… bueno, o deberían tenerlo.

Esta película no le aporta nada como director, tan solo más dinero en el banco. ¿De verdad que no pueden luchar para hacer algo mejor? ¿Le exigirá Netflix por contrato que debe meter algo de romance adolescente? Porque, ojo, esta es otra: la película dura dos horas y media de sufrimiento y adormecimiento. Si quería meter romance, tenía tiempo de sobra para hacerlo bien.

En fin, mejor lo dejo por aquí porque tan solo me voy a hacer más preguntas. Si a alguno le ha gustado, por favor, que me explique e ilustre en los comentarios.

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