Daniel Sanz, escritor de novela negra

Escribir sin Mapa: Crónica de mi Método como Arqueólogo de Historias

por | Proceso creativo, Neurodivergencia y escritura | 0 Comentarios

Hoy os traigo la primera parte (no sé de cuántas) de una serie de reflexiones que me surgen ahora que, hace unos meses, terminé de escribir la primera parte de mi novela y estoy meditando cómo comenzar la segunda.

Lo hago por varios motivos. En primer lugar, por mí mismo: para poner en orden mis pensamientos e intentar comprender por qué, de pronto, a los 47 años, he logrado en unos pocos meses lo que llevo diciendo desde pequeño que quería hacer.

El Muro Invisible: ¿De Qué Escribo?

De lo primero que me doy cuenta es de que, siendo sincero, nunca antes lo había intentado de verdad. Es cierto que de joven lo intenté un par de veces —no me atrevo a llamarlos novelas, claro; a lo mejor ni siquiera llegaban a ser relatos—, pero los escribí, que es lo importante. Luego, a los veintitantos, volví a intentarlo con relatos de humor, de terror o de fantasía para Warhammer, pero no había manera. Algo que me repetía una y otra vez era: «no sé de qué escribir».

En este punto me detengo, porque es algo que me inquieta de verdad. No sé qué les ocurrirá al resto de escritores (si es que puedo atreverme a incluirme en ese grupo), pero cuando me pongo a pensar en lo que quiero escribir, solo pienso en los hechos, en los momentos clave que definen lo que va a pasar. No sé cómo va a empezar la historia, ni cómo va a terminar, ni tan siquiera qué personajes van a intervenir en ella. Tan solo conozco algunos brochazos, unos puntos intermedios sobre los que se asienta el argumento, donde van a recaer las decisiones de los personajes. ¡Ni siquiera sé cómo van a responder estos! Es decir, no sé nada.


¿Cómo voy a escribir una novela si no sé lo que pasa? Además, ya imaginaréis lo que ocurre cuando intento plasmar únicamente lo que conozco: en unos pocos folios está todo contado y, para colmo, no tiene mucho sentido.

El Peso de los Grandes Libros y las Fórmulas Vacías

Volviendo a mi infancia y mi obsesión con la literatura, no puedo evitar recordar los maravillosos veranos en que me pasaba todo el día leyendo. Mi fascinación al descubrir novelas como El Padrino, La vida es sueño o El Exorcista… ¿Cómo podían construir esos mundos en los que te podías sumergir? ¿Cómo se crean personajes tan carismáticos con una personalidad que trasciende las palabras? ¿Cómo voy a atreverme yo a intentar escribir habiendo libros así?

También es cierto que, con el bagaje literario que arrastraba desde mi infancia a base de leerme todos los libros de la biblioteca familiar —la típica que tenían en los ochenta todas las familias españolas, junto a la enciclopedia del comedor para aparentar que en esa casa se leía y eran gente culta, supongo—, el concepto que yo tenía de la escritura era, por decirlo de alguna forma, demasiado exigente.

Por eso mismo, ya de adulto, comencé a leer libros que, decían, te ayudarían a escribir tu primera novela. He perdido la cuenta, pero estoy seguro de que fueron más de veinte y, ¿sabéis qué? Entre todos ellos daría para un par de libros de consejos útiles como mucho.


Por cierto, a mi modo de ver, solo tienen cabida para alguien que no lee, porque si eres lector de verdad, todo lo que te dicen son obviedades que no aportan nada.

Esto ocasionó que me convenciese a mí mismo de que yo no era escritor; que eso era algo elevado, para personas iluminadas, genios inalcanzables para mí. Todo ello, debido al inmenso respeto que le tenía a la literatura por el impacto que causó en mí. Luego todo va rodado… trabajo, pareja, matrimonio, obligaciones familiares y laborales, hijos… De pronto te das cuenta de que has pasado ya de los cuarenta y has olvidado tus sueños, enterrados bajo las obligaciones y las excusas que te servían para olvidar tus anhelos de la infancia.

La Decisión: Dejar de Planificar y Empezar a Descubrir

Lo paradójico del asunto es que seguía sin saber de qué escribir, pero decidí que eso no sería un impedimento. A fin de cuentas, había jugado muchísimo a rol, había sido director de juego para grupos de más de doce personas y había sido capaz de crear historias personalizadas sobre la marcha, tanto para personajes individuales como para grupos. Decidí que ese sería mi estilo: dejarme llevar, comenzar la historia y a ver qué salía.

Como ya he comentado en otras entradas, tuve un intento previo, y tampoco es que cuando lo logré fuese a la primera. Si tengo que resumir esto, lo único que puedo decir es que nadie puede enseñar a escribir a otra persona; o por lo menos, no lo que yo siento que es escribir. Lo que enseñan y lo que venden son métodos, no es escritura. Son trucos o recetas pensadas para escribir un best seller, una novela negra… es una franquicia, por decirlo de algún modo, y a mí eso no me interesa. Son libros que, según los terminas, los olvidas porque no transmiten nada.

Mi Método: Ser un Arqueólogo de Historias

Cuando por fin logré escribir mi primera novela, fue un proceso muy duro de unos seis meses y, si debo resumir mi método, diría que se trata de reescritura constante. Escribía un capítulo, dos, tres… y entonces descubría que me había equivocado, que la historia no era así, por lo que debía volver al principio y reescribir todos los capítulos para ajustarlos. Después avanzaba y llegaba a un punto en que, otra vez, me daba cuenta de que la historia no era así y debía volver a reescribir todo.


Me sentía como un arqueólogo que iba descubriendo piezas e imaginaba lo que había sucedido, hasta que seguía excavando y encontraba hallazgos que hacían cambiar su hipótesis.

Hay capítulos que he reescrito más de treinta veces. No es un método, es mi método, y reconozco que no sé cuánta gente estará dispuesta a hacer este sacrificio, tanto en tiempo y esfuerzo como en la carga psicológica que supone. Sientes que en lugar de avanzar retrocedes; que cuando creías que estabas a punto de terminar, debes volver a la casilla de salida. Replantearlo todo es muy duro, sin embargo, cuando lo haces y continúas avanzando… no podéis imaginar el placer que da.

No Hay Atajos, Solo Tu Propio Camino

Tampoco sé si esto os habrá servido de algo. Lo cierto es que dudo mucho que, si estáis en la situación en la que estuve yo, nada de lo que podáis leer os sirva.


Lo único que lo hará será que escribáis, borréis, lloréis, gritéis y volváis a escribir… y continuéis así hasta que encontréis vuestro propio camino.

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